La muerte debe ser otra cosa
que esta tormenta de silencios que te nombran,
o la agonía de despertarse a medianoche
en esta isla sin sobrevivientes ni caricias.
La muerte debe ser otra cosa
que este amontonamiento de excusas que separan
porque el orgullo no conoce de verdades
sentidas y absolutas.
La muerte debe ser otra cosa
que la torpe ironía como defensa
o esta estúpida soledad acompañada.
La muerte debe ser otra cosa
que imaginar un mundo sin vos
poblado de tus recuerdos a medida,
o la sumatoria de mis crisis irresueltas
discutiendo con tus utopías subversivas.
La muerte debe ser otra cosa
pero es tan parecida.